jueves, 28 marzo, 2024

11 de Setiembre: Día del Maestro

En 1943 la Conferencia Interamericana de Educación (integrada por educadores de toda América) se reunió en Panamá y estableció el 11 de setiembre como Día del Maestro.

Ninguna fecha es más oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día en que pasó a la inmortalidad Domingo Faustino Sarmiento. Por tanto, se declara día del maestro en todo el continente americano el 11 de septiembre.

Domingo Fautino Sarmiento

Es muy difícil resumir la vida y las actividades que desarrolló Sarmiento (1811-1888). Sin embargo, sus acciones tuvieron siempre objetivos muy claros: la educación y la cultura de la sociedad argentina.

A través de sus estudios y de sus viajes Sarmiento había llegado al convencimiento de que un país sólo podía ser democrático y avanzado en lo económico si su sociedad era educada. Creía, por lo tanto, en la educación común: extendida a toda la población, para todos los sectores sociales y para los dos sexos.

Nació en San Juan el 15 de febrero de 1811. Su familia era una de las más antiguas de la región, tanto por los parentescos de su madre como por los de su padre, pero cuando él nació esa familia se encontraba en la pobreza. El matrimonio de José Clemente Sarmiento y Paula Albarracín tuvo muchos hijos, pero varios de ellos fallecieron antes de llegar a la juventud. Así fue como Domingo se convirtió en el único hijo varón. Mientras doña Paula mantenía el hogar con el producto de sus tejidos, don José Clemente aportaba dinero cuando conseguía algún trabajo. Así pasó la infancia de Sarmiento. A los cuatro años ya sabía leer y escribir, gracias a las enseñanzas de uno de sus tíos, el sacerdote José de Oro.

Cursa la instrucción primaria en la “Escuela de la Patria” de su ciudad natal, en esa época una de las mejores del país: por su inteligencia y contracción al estudio se lo proclama “primer ciudadano” de la escuela. Dos veces intentó continuar sus estudios en Buenos Aires, pero no pudo.

A los 15 años, acompañando a su tío, don José de Oro, funda en San Francisco del Monte (San Luis), la primera escuela entre los centenares que se le deben. Allí concibe la idea de que el progreso de la patria está en la educación pública, idea que es el eje y la fuerza motriz de toda su vida. Al año siguiente, volvió a San Juan, donde trabajó dos años como dependiente de almacén y en los ratos libres, se dedica a leer sin cansancio. Toma como modelo a Franklin.
Se ve obligado por las circunstancias a tomar partido en la política y entonces se decide por el unitarismo y se lanza a la guerra civil.

En 1831, tras el triunfo de Facundo Quiroga, Sarmiento emigra a Chile. Es maestro en una escuela donde gana 13 pesos mensuales de sueldo. Luego es dependiente de tienda en Valparaíso y con la mitad de su sueldo se costea sus estudios de inglés. Pasa más tarde a ser mayordomo en las minas de Copiapó. Pero por razones de salud vuelve en 1836 a San Juan. Allí funda una sociedad dramática y luego en 1838, junto con varios jóvenes ilustrados, la Sociedad Literaria, filial de la Asociación de Mayo. Lee durante dos años infinidad de libros. Funda el Colegio Santa Rosa, para mujeres, y su primer periódico: El Zonda (1839).

El 18 de noviembre de 1840 salva milagrosamente su vida y al día siguiente, toma la decisión del destierro. Es cuando escribe aquella frase en una de las rocas de los Andes: “Bárbaros, las ideas no se matan”:
En Chile despliega gran actividad y se dedica a la política, apoyando a don Manuel Montt, su amigo y protector. Colabora en distintos periódicos, dirige la primera escuela normal de Sudamérica (1842), es nombrado miembro del cuerpo académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades al fundarse en 1843 la Universidad de Chile, donde auspicia la simplificación ortográfica. Con Vicente Fidel López crea un colegio particular, el Liceo. Durante tres años (1842-1845) dirige El Progreso, primer diario, cronológicamente hablando, que aparece en la capital chilena. Publica varios textos escolares, cartillas y silabarios; dos millones de niños chilenos aprenden a leer por su Método de lectura gradual (1845). Desde el punto de vista literario, esa estadía de Sarmiento en Chile es la más fructífera de su existencia. A parte de numerosos artículos periodísticos edita “Mi defensa” (1843) y su trabajo sobre Aldao (1845), y gracias al obtenido se dedica a escribir Facundo (1845).

Viaja por Europa y Estados Unidos entre los años 1845 a 1848 enviado por el gobierno de Chile a estudiar la organización de la enseñanza primaria. Ese viaje completa su formación mental. De vuelta a Chile publica dos obras maestras, “Viajes por Europa, África y América” y “Educación Popular”, ambas de 1849.

Al año siguiente, aparece “Argirópolis”, libro en el cual aboga por la concordia de los argentinos y la adopción literal de la Constitución de los Estados Unidos. A fines de ese mismo año hace conocer “Recuerdos de Provincia”, la más tierna de sus obras.

Se incorpora, con el grado de teniente coronel, al ejército de Urquiza (1852). Emplea en Palermo la misma pluma de Rosas para escribir el parte de victoria de la Batalla de Caseros. Disgustado con Urquiza, vuelve a Chile (junio de 1852), y allí publica su “Campaña en el Ejército Grande”, y sostiene su célebre polémica con Juan Bautista Alberdi. En 1853 escribe “Los comentarios de la Constitución”. Rechaza la diputación que le ofrece el Estado de Buenos Aires y, luego va al Congreso de Paraná, en representación de Tucumán, proclamándose “provinciano en Buenos Aires, porteño en las provincias, argentino en todas partes”.
En 1855, impaciente por actuar en su patria, vuelve a Buenos Aires. Redacta el diario El Nacional, es electo concejal (1856), designado Director de Escuelas (1856-1862), y tres veces senador (en 1857, 1860 y 1861). En 1860 desempeña un papel muy lúcido en la Convención reformadora de la Constitución. Durante el gobierno de Bartolomé Mitre, trabajó a su lado por la unidad nacional, siendo Ministro de Gobierno. Fracasadas las gestiones pacíficas, y después de la batalla de Pavón, vuelve a las provincias de Cuyo. Es designado gobernador de San Juan, su provincia natal. En dos años de ejercicio de ese cargo (1862-1864) realiza una labor titánica, hasta que se le nombra ministro argentino en los Estados Unidos (1865-1868). Sin contar con partido propio es elegido Presidente de la Nación (1868-1874). Terminado el período presidencial es designado senador nacional por San Juan. En 1879 se desempeña efímeramente, en momentos muy difíciles, en la cartera del Interior. Dirige la instrucción primaria en la Provincia de Buenos Aires (1875-1879) y en el orden nacional (1881). Publica “Conflicto y armonía de las razas en América” (1883), va en misión cultural a Chile en 1884; edita el diario “El Censor” (1885), donde inserta después su libro sobre Francisco Javier Muñiz y “Vida de Dominguito”, el hijo muerto en la guerra del Paraguay.

 

 

 

Resentido seriamente en su salud parte al Paraguay en 1887 y retorna al vecino país por última vez al año siguiente. El 11 de septiembre de 1888 fallece en Asunción. Sus restos fueron inhumados en Buenos Aires, diez días después. Ante su tumba, Carlos Pellegrini sintetizó el juicio general: “Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América”.

 

 

 

 

HIMNO A SARMIENTO

Fue la lucha tu vida y tu elemento;
la fatiga, tu descanso y calma;
la niñez, tu ilusión y tu contento,
la que al darle el saber le diste el alma.

Con la luz de tu ingenio iluminaste
la razón, en la noche de ignorancia.
Por ver grande a la Patria tú luchaste
con la espada, con la pluma y la palabra.

En su pecho, la niñez, de amor un templo
te ha levantado, y en él sigues viviendo.
Y al latir su corazón va repitiendo:
¡Honor y gratitud al gran Sarmiento!

¡Honor y gratitud!
¡Y gratitud!

¡Gloria y loor! ¡Honra sin par
para el grande entre los grandes
Padre del aula, Sarmiento inmortal!

¡Gloria y loor! ¡Honra sin par!

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