El 13 de marzo de 2013, Bergoglio apareció por primera vez vestido de blanco en el balcón central de la basílica de San Pedro. Hoy se ha convertido en uno de los grandes líderes internacionales.
El papa Francisco cumple hoy cinco años como líder de la Iglesia católica, un puesto que renovó con una actitud pastoral que se tradujo en una inédita apertura de la institución. Un cambio que le vale la admiración de los fieles y el recelo de los sectores más conservadores del clero.
En estos cinco años, Bergoglio ha acompañado su voluntad por poner a “Cristo en el centro” con una serie de decisiones encaminadas a modernizar y simplificar la forma como se trabaja en el Vaticano.
En nuestro país, el impacto fue contundente: más allá de las cuestiones sociales y políticas, un Argentino se había colocado en el centro de la escena mundial.
A partir de ese momento, Francisco inició su discurso reformador para levantar una Iglesia que día a día pierde fieles a manos de otros cultos y a causa de los problemas para acompañar cambios sociales.
Sus posturas le valieron aceptación en actores sociales muchas veces alejados de la Iglesia, pero también resentimiento entre los sectores conservadores.
En la Argentina, si bien mantiene el acompañamiento de amplios sectores de la población, especialmente los más ligados a la Iglesia, la novedad del Papa empezó a esfumarse por la negativa de visitar su propio país, a pesar de haber estado en casi todos las naciones limítrofes.
El recorrido del papa Francisco ha estado marcado por su decidida vocación pastoral sintetizada en una frase: “una Iglesia pobre para los pobres”.